sábado, 20 de octubre de 2012

Propuesta para este año del Fe


Queridos hermanos en Cristo, queremos compartir con Uds., una iniciativa para este año de la Fe; y la misma consiste en hablar con nuestros Sacerdotes y pedirles que si fuera posible hacer una hora de Adoración Eucarística, con exposición del Santísimo, todos los días, después de la Santa Misa, (proponemos después de la Santa Misa porque es cuando hay más gente); creemos y tenemos la plena certeza que con este simple acto de amor y adoración  a nuestro Señor Sacramentado, estaremos ayudando a incrementar nuestra fe y la de nuestra comunidad.
                                                                                                                          

Tengamos presente que si nuestro Sacerdote nos dice que no, es porque nosotros no asumimos los compromisos y siempre terminan haciendo todo ellos, y la verdad que le sumamos una actividad más a su ya cargada agenda. 
Entonces hagamos el pedido acompañado de nuestro firme compromiso y el de otras personas a estar todos los días, hasta que se vaya consolidando la Adoración Eucarística.
Recuerden que todos somos responsables de la evangelización de nuestros hermanos y transmisores de la fe, a través de las obras.



Dijo el Santo Padre Benedicto XVI: “Sin adoración no habrá transformación del mundo…Adorar no es un lujo, es una prioridad”. Ten presente que si la capilla puede estar siempre abierta, día y noche, para quien quiera que sea a la hora que sea puede acercarse hasta el Señor y recibir quizás la misma salvación (abundan los testimonios de personas que se encontraron con Dios porque la iglesia estaba abierta), es porque tú constituyes ese eslabón de la cadena de amor y adoración que lo hace posible. Que esto sea siempre un motivo de alegría y un aliciente más para tu fidelidad en la adoración. 




San Pedro Julián Eymard y sus consejos espirituales sobre la adoración

“La Adoración Eucarística tiene como fin la persona divina de nuestro Señor Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento. Él está vivo, quiere que le hablemos, Él nos hablará. Y este coloquio que se establece entre el alma y el Señor es la verdadera meditación eucarística, es-precisamente- la adoración. Dichosa el alma que sabe encontrar a Jesús en la Eucaristía y en la Eucaristía todas las cosas...
“Que la confianza, la simplicidad y el amor os lleven a la adoración”.
“Comenzad vuestras adoraciones con un acto de amor y abriréis vuestras almas deliciosamente a su acción divina. Es por el hecho que comenzáis por vosotros mismos que os detenéis en el camino. Pero, si comenzáis por otra virtud y no por el amor vais por un falso camino…..El amor es la única puerta del corazón”. 
“Ved la hora de adoración que habéis escogido como una hora del paraíso: id como se fuerais al cielo, al banquete divino, y esta hora será deseada, saludada con felicidad. Retened dulcemente el deseo en vuestro corazón. Decid: “Dentro de cuatro horas, dentro de dos horas, dentro de una hora iré a la audiencia de gracia y de amor de Nuestro Señor. Él me ha invitado, me espera, me desea”
“Id a Nuestro Señor como sois, id a Él con una meditación natural. Usad vuestra propia piedad y vuestro amor antes de serviros de libros. Buscad la humildad del amor. Que un libro pío os acompañe para encauzaros en el buen camino cuando el espíritu se vuelve pesado o cuando vuestros sentidos se embotan, eso está bien; pero, recordaos, nuestro buen Maestro prefiere la pobreza de nuestros corazones a los más sublimes pensamientos y afecciones que pertenecen a otros”.
“El verdadero secreto del amor es olvidarse de sí mismo, como el Bautista, para exaltar y glorificar al Señor Jesús. El verdadero amor no mira lo que él da sino aquello que merece el Bienamado”.
“No querer llegarse a Nuestro Señor con la propia miseria o con la pobreza humillada es, muy a menudo, el fruto sutil del orgullo o de la impaciencia; y sin embargo, es esto que el Señor más prefiere, lo que Él ama, lo que Él bendice”.
“Como vuestras adoraciones son bastante imperfectas, unidlas a las adoraciones de la Santísima Virgen”.
“Se estáis con aridez, glorificad la gracia de Dios, sin la cual no podéis hacer nada; abrid vuestras almas hacia el cielo como la flor abre su cáliz cuando se alza el sol para recibir el rocío benefactor. Y si ocurre que estáis en estado de tentación y de tristeza y todo os lleva a dejar la adoración bajo el pretexto que ofendéis a Dios, que lo deshonráis más que lo servís, no escuchéis a esas tentaciones. En estos casos se trata de adorar con la adoración de combate, de fidelidad a Jesús contra vosotros mismos. No, de ninguna manera le disgustáis. Vosotros alegráis a Vuestro Maestro que os contempla. Él espera nuestro homenaje de la perseverancia hasta el último minuto del tiempo que debemos consagrarle”.
“Orad en cuatro tiempos: Adoración, acción de gracias, reparación, intercesión-súplicas”.
“El santo Sacrificio de la Misa es la más sublime de las oraciones. Jesucristo se ofrece a su Padre, lo adora, le da gracias, lo honra y le suplica a favor de su Iglesia, de los hombres, sus hermanos y de los pobres pecadores. Esta augusta oración Jesús la continúa por su estado de víctima en la Eucaristía. Unámonos entonces a la oración de Nuestro Señor; oremos como Él por los cuatro fines del sacrificio de la Misa: esta oración reasume toda la religión y encierra los actos de todas las virtudes...”
1. Adoración: Se comenzáis por el amor terminaréis por el amor. Ofreced vuestra persona a Cristo, vuestras acciones, vuestra vida. Adorad al Padre por medio del Corazón eucarístico de Jesús. Él es Dios y hombre, vuestro Salvador, vuestro hermano, todo junto. Adorad al Padre Celestial por su Hijo, objeto de todas sus complacencias, y vuestra adoración tendrá el valor de la de Jesús: será la suya.
2. Acción de gracias: Es el acto de amor más dulce del alma, el más agradable a Dios; y el perfecto homenaje a su bondad infinita. La Eucaristía es, ella misma, el perfecto reconocimiento. Eucaristía quiere decir acción de gracias: Jesús da gracias al Padre por nosotros. Él es nuestro propio agradecimiento. Dad gracias al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo...
3. Reparación: por todos los pecados cometidos contra su presencia eucarística. Cuánta tristeza es para Jesús la de permanecer ignorado, abandonado, menospreciado en los sagrarios. Son pocos los cristianos que creen en su presencia real, muchos son los que lo olvidan, y todo porque Él se hizo demasiado pequeño, demasiado humilde, para ofrecernos el testimonio de su amor. Pedid perdón, haced descender la misericordia de Dios sobre el mundo por todos los crímenes... 
4. Intercesión, súplicas: Orad para que venga su Reino, para que todos los hombres crean en su presencia eucarística. Orad por las intenciones del mundo, por vuestras propias intenciones. Y concluid vuestra adoración con actos de amor y de adoración. El Señor en su presencia eucarística oculta su gloria, divina y corporal, para no encandilarnos y enceguecernos. Él vela su majestad para que oséis ir a Él y hablarle como lo hace un amigo con su amigo; mitiga también el ardor de su Corazón y su amor por vosotros, porque sino no podríais soportar la fuerza y la ternura. No os deja ver más que su bondad, que filtra y sustrae por medio de las santas especies, como los rayos del sol a través de una ligera nube.  
El amor del Corazón se concentra; se lo encierra para hacerlo más fuerte, como el óptico que trabaja su cristal para reunir en un solo punto todo el calor y toda la luz de los rayos solare. Nuestro Señor, entonces, se comprime en el más pequeño espacio de la hostia, y como se enciende un gran incendio aplicando el fuego brillante de una lente sobre el material inflamable, así la Eucaristía hace brotar sus llamas sobre aquellos que participan en ella y los inflama de un fuego divino... Jesús dijo: « he venido a traer fuego sobre la tierra y cómo querría que este fuego inflamase el universo. » « Y bien, este fuego divino es la Eucaristía », dice San Juan Crisóstomo. Los incendiarios de este fuego eucarístico son todos aquellos que aman a Jesús, porque el amor verdadero quiere el reino y la gloria de su Bienamado”.
La hora que tú pasas con el Señor no se mide en minutos sino en gracias, bendiciones, protección, frutos, mayor intimidad y conocimiento de Dios. Esa hora el Señor la bendice y multiplica en beneficios incalculables, esa hora que tú le ofreces a Dios tiene valor de eternidad, es tu hora santa.  

Desde ya cuenten con lo que necesiten y si esta a nuestro alcance (somos de Mendoza) podemos acompañarlos en esta aventura de amor a nuestro Señor Jesucristo y a nuestros hermanos; también con material.
Un abrazo en Jesús Misericordioso y la Santísima Virgen María, en el amor del Espíritu Santo, bajo la protección de San José y la mirada amorosa de Dios Padre.
Familia Mobilia

Nota: esperamos sus comentarios y sugerencias.

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