Texto
del Evangelio (Jn 2,13-22): Cuando
se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el
Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus
puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las
ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las
mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la
Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que
estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.
Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
Palabra del Señor
Gloria a Ti Señor Jesús.
9 de noviembre
DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN*
Fiesta
* Esta Basílica es uno de los primeros templos que los cristianos pudieron erigir después de la época de las persecuciones. Fue consagrada por el Papa Silvestre el 9 de noviembre del año 324. Esta fiesta, que al principio solo se celebraba en Roma, pasó a ser fiesta universal en el rito romano, en honor de esta iglesia, llamada «Madre y Cabeza de todas las iglesias de Roma y de todo el mundo (Urbis et orbis)», como signo de amor y de unidad para con la Cátedra de San Pedro. La historia de esta Basílica evoca la llegada a la fe de millares y millares de personas que allí recibieron el Bautismo.
— Los templos, símbolo de la presencia de Dios entre los hombres.
Los judíos celebraban cada año la fiesta de la Dedicación1 en recuerdo de la purificación y restablecimiento del culto en el Templo de Jerusalén después de la victoria de Judas Macabeo sobre el rey Antíoco2. Durante una semana se celebraba en toda Judea este aniversario. Se llamaba también Fiesta de las luces, porque era costumbre encender lámparas, símbolo de la Ley, y ponerlas en las ventanas de las casas, en número creciente con los días de la fiesta3. Esta celebración fue recogida por la Iglesia para conmemorar el aniversario en que los templos fueron convertidos en lugares destinados al culto. De modo particular, «cada año se celebra en el conjunto del rito romano la dedicación de la Basílica de Letrán, la más antigua y la primera en dignidad de las iglesias de occidente». Además, «en cada diócesis se celebra la dedicación de la catedral, y cada iglesia conmemora el recuerdo de su propia dedicación»4.
La fiesta que hoy celebramos tiene una especial importancia, pues la Basílica de Letrán fue la primera iglesia bajo la advocación del Salvador, levantada en Roma por el emperador Constantino. Sigue siendo en la actualidad la catedral del Romano Pontífice. La fiesta se celebra en toda la Iglesia como muestra de unidad con el Papa.
El templo siempre fue considerado entre los judíos como lugar de una particular presencia de Yahvé. Ya en el desierto se manifestaba en la Tienda del encuentro: allí hablaba Moisés con el Señor, como se habla con un amigo; la columna de nube signo de Su presencia descendía entonces y se detenía a la entrada de la Tienda5. Era el ámbito donde estará presente su Nombre, su Ser infinito e inefable, para escuchar y atender a sus fieles. Cuando Salomón hubo construido el Templo de Jerusalén, en la fiesta de su dedicación pronunció estas palabras: ¿En verdad morará Dios sobre la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no son capaces de contenerte; ¡cuánto menos esta casa que yo he edificado! Pero, con todo, atiende a la plegaria de tu siervo, Yahvé, Dios mío, y oye la oración que hoy hace tu siervo ante Ti. Que estén abiertos tus ojos noche y día sobre este lugar, del que has dicho: «En él estará mi Nombre»; y oye, pues, la oración de tu siervo y la de tu pueblo, Israel; cuando oren en este lugar, óyela Tú también desde el lugar de tu morada de los cielos...6.
A nuestras iglesias vamos al encuentro con nuestro Dios, que nos espera, con una presencia real, en la Eucaristía custodiada en el Sagrario.
El templo, enseña el Papa Juan Pablo II, «es casa de Dios y casa vuestra. Apreciadlo, pues, como lugar de encuentro con el Padre común»7. La iglesia-edificio representa y significa la Iglesia-asamblea, formada por piedras vivas, que son los cristianos, consagrados a Dios por su Bautismo8. «El lugar donde la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, elevar preces de intercesión y de alabanza a Dios y, principalmente, para celebrar los sagrados misterios, y donde se reserva el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, es imagen peculiar de la Iglesia, templo de Dios, edificado con piedras vivas; también el altar, que el pueblo santo rodea para participar del sacrificio del Señor y alimentarse con el banquete celeste, es signo de Cristo, sacerdote, hostia y altar de su mismo sacrificio»9. Vamos con toda reverencia, pues nada más respetable que la casa del Señor; «¿qué respeto no deben inspirar nuestras iglesias, donde se ofrece el sacrificio del Cielo y de la tierra, la Sangre de un Dios hecho Hombre?»10. Vamos también con la confianza de quien sabe bien que encuentra a Jesucristo, su Amigo, que dio la vida por amor a él; allí nos aguarda cada día. Es también la casa común donde encontramos a nuestros hermanos.
— Jesucristo, realmente presente en nuestras iglesias.
Las iglesias son el lugar de reunión de los miembros del nuevo Pueblo de Dios, que se congregan para rezar juntos. En ellas encontramos a Jesús, pues donde dos o más se reúnen en su nombre, allí está Él en medio de ellos11; allí oímos su voz. Pero, sobre todo, allí encontramos a Jesús, real y sustancialmente presente en la Sagrada Eucaristía. Está presente con su Divinidad y con su Humanidad santísima, con su Cuerpo y con su Alma. Allí nos ve y nos oye, y nos atiende como socorría a aquellos que llegaban, necesitados, de todas las ciudades y aldeas12. A Jesús presente en el Sagrario podemos manifestarle nuestros anhelos y preocupaciones, las dificultades, las flaquezas, y los deseos de amarle cada día más. El mundo sería bien distinto si Jesús no se hubiera quedado con nosotros. ¿Cómo no vamos a amar nuestros templos y oratorios, donde Jesús nos espera? ¡Tantas alegrías hemos recibido junto al Sagrario! ¡Tantas penas que nos atormentaban las hemos dejado allí! ¡En tantas ocasiones hemos vuelto al ajetreo de la vida ordinaria fortalecidos y esperanzados! Tampoco podemos olvidar que en el templo se encuentra el altar sobre el que se renueva cada día el Sacrificio de valor infinito que el Señor realizó en el Calvario. Cada día, en estos lugares dedicados al culto y a la oración, nos llegan incontables gracias de la misericordia divina.
Las iglesias son el lugar de reunión de los miembros del nuevo Pueblo de Dios, que se congregan para rezar juntos. En ellas encontramos a Jesús, pues donde dos o más se reúnen en su nombre, allí está Él en medio de ellos11; allí oímos su voz. Pero, sobre todo, allí encontramos a Jesús, real y sustancialmente presente en la Sagrada Eucaristía. Está presente con su Divinidad y con su Humanidad santísima, con su Cuerpo y con su Alma. Allí nos ve y nos oye, y nos atiende como socorría a aquellos que llegaban, necesitados, de todas las ciudades y aldeas12. A Jesús presente en el Sagrario podemos manifestarle nuestros anhelos y preocupaciones, las dificultades, las flaquezas, y los deseos de amarle cada día más. El mundo sería bien distinto si Jesús no se hubiera quedado con nosotros. ¿Cómo no vamos a amar nuestros templos y oratorios, donde Jesús nos espera? ¡Tantas alegrías hemos recibido junto al Sagrario! ¡Tantas penas que nos atormentaban las hemos dejado allí! ¡En tantas ocasiones hemos vuelto al ajetreo de la vida ordinaria fortalecidos y esperanzados! Tampoco podemos olvidar que en el templo se encuentra el altar sobre el que se renueva cada día el Sacrificio de valor infinito que el Señor realizó en el Calvario. Cada día, en estos lugares dedicados al culto y a la oración, nos llegan incontables gracias de la misericordia divina.
Cuando un huésped ilustre se queda en una casa, sería una gran descortesía no atenderlo bien, o hacer caso omiso de él. ¿Somos siempre conscientes de que Jesús es nuestro Huésped aquí en la tierra, de que necesita de nuestras atenciones? Examinemos hoy si al entrar en una iglesia nos dirigimos enseguida a saludar a Jesús en el Sagrario, si nos comportamos siempre como corresponde a un lugar donde Dios habita de una manera particular, si las genuflexiones ante Jesús Sacramentado son un verdadero acto de fe, si nos alegramos siempre que pasamos cerca de un templo, donde Cristo se halla realmente presente. «¿No te alegra si has descubierto en tu camino habitual por las calles de la urbe ¡otro Sagrario!?»13. Y seguimos nuestros quehaceres con más alegría y con más paz.
— La gracia divina nos hace templos vivos de Dios.
En la Nueva Alianza, el verdadero templo ya no está hecho por manos de hombres: es la santa Humanidad de Jesús la que en adelante es el Templo de Dios por excelencia. Él mismo había dicho:Destruid este Templo y en tres días lo levantaré. Y explica el Evangelista: Él hablaba del Templo de su Cuerpo14. Y si el Cuerpo físico de Jesús es el nuevo Templo de Dios, también lo es la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, en el que el mismo Jesucristo es la piedra angular, sobre la que se apoya la nueva edificación. «Rechazado, desechado, dejado a un lado, dado por muerto entonces como ahora, el Padre lo hizo y lo hace siempre la base sólida e inconmovible de la nueva construcción. Y lo hace tal por su resurrección gloriosa (...).
En la Nueva Alianza, el verdadero templo ya no está hecho por manos de hombres: es la santa Humanidad de Jesús la que en adelante es el Templo de Dios por excelencia. Él mismo había dicho:Destruid este Templo y en tres días lo levantaré. Y explica el Evangelista: Él hablaba del Templo de su Cuerpo14. Y si el Cuerpo físico de Jesús es el nuevo Templo de Dios, también lo es la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, en el que el mismo Jesucristo es la piedra angular, sobre la que se apoya la nueva edificación. «Rechazado, desechado, dejado a un lado, dado por muerto entonces como ahora, el Padre lo hizo y lo hace siempre la base sólida e inconmovible de la nueva construcción. Y lo hace tal por su resurrección gloriosa (...).
»El nuevo templo, Cuerpo de Cristo, espiritual, invisible, está construido por todos y cada uno de los bautizados sobre la viva piedra angular, Cristo, en la medida en que a Él se adhieren y en Él crecenhasta la plenitud de Cristo. En este templo y por él, morada de Dios en el Espíritu, Él es glorificado, en virtud del sacerdocio santo que ofrece sacrificios espirituales (1 Pdr 2, 5), y su Reino se establece en este mundo»15. San Pablo lo recordaba frecuentemente a los primeros cristianos: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?16.
Hemos de considerar frecuentemente que la Santísima Trinidad «por medio de la gracia de Dios inhabita en el alma justa como en un templo, de un modo íntimo y singular»17. La meditación de esta realidad maravillosa nos ayuda a ser más conscientes de la transcendencia que tiene vivir en gracia de Dios, y el profundo horror que hemos de tener al pecado, «que destruye el templo de Dios», privando al alma de la gracia y de la amistad divinas. Mediante esta inhabitación, podemos gozar de un anticipo de lo que será la visión beatífica en el Cielo, ya que «esta admirable unión solo en la condición y estado se diferencia de aquella en que Dios llena a los bienaventurados beatificándolos»18.
La presencia de Dios en nuestra alma nos invita a procurar un trato más personal y directo con el Señor, al que en todo momento buscamos en el fondo de nuestras almas.
1 Jn 10, 22. — 2 Cfr. 1 Mac 4, 36-59; 2 Mac 1, 1 ss.; 10, 1-8. — 3 Cfr. 2 Mac 1, 18. — 4 A. G. Martimort, La Iglesia en oración, Herder, 3.ª ed., Madrid 1987, pp. 991-992. — 5 Ex 33, 7-11. — 6 1 Rey 8, 27-30. — 7 Juan Pablo II, Homilía en Orcasitas (Madrid), 3-XI-1982. — 8 Cfr. Ritual de la dedicación de iglesias y de altares, Presentación, 26-X-1978. — 9 Cfr. Decreto 29-V-1977, en el que se publica el Ritual citado. — 10 Anónimo, La Santa Misa, Rialp, Madrid 1975, p. 133. — 11 Mt 18, 20. —12 Cfr. Mc 6, 32. — 13 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 270. — 14 Jn 2, 20-21. —15 Juan Pablo II, loc. cit. — 16 1 Cor 3, 16. — 17 León XIII, Enc. Divinum illud munus, 9-V-1897, 10. — 18 Ibídem, 11.
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Otro comentario: Rev. D. Joaquim MESEGUER
García (Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)
Destruid
este templo y en tres días lo levantaré
Hoy, en esta
fiesta universal de la Iglesia, recordamos que aunque Dios no puede ser
contenido entre las paredes de ningún edificio del mundo, desde muy antiguo el
ser humano ha sentido la necesidad de reservar espacios que favorezcan el
encuentro personal y comunitario con Dios. Al principio del cristianismo, los
lugares de encuentro con Dios eran las casas particulares, en las que se
reunían las comunidades para la oración y la fracción del pan. La comunidad
reunida era —como también hoy es— el templo santo de Dios. Con el paso del
tiempo, las comunidades fueron construyendo edificios dedicados a las reuniones
litúrgicas, la predicación de la Palabra y la oración. Y así es como en el
cristianismo, con el paso de la persecución a la libertad religiosa en el Imperio
Romano, aparecieron las grandes basílicas, entre ellas San Juan de Letrán, la
catedral de Roma.
San Juan de Letrán es el símbolo de la unidad de todas las Iglesias del mundo con la Iglesia de Roma, y por eso esta basílica ostenta el título de Iglesia principal y madre de todas las Iglesias. Su importancia es superior a la de la misma Basílica de San Pedro del Vaticano, pues en realidad ésta no es una catedral, sino un santuario edificado sobre la tumba de San Pedro y el lugar de residencia actual del Papa, que, como Obispo de Roma, tiene en la Basílica Lateranense su catedral.
Pero no podemos perder de vista que el verdadero lugar de encuentro del hombre con Dios, el auténtico templo, es Jesucristo. Por eso, Él tiene plena autoridad para purificar la casa de su Padre y pronunciar estas palabras: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (Jn 2,19). Gracias a la entrega de su vida por nosotros, Jesucristo ha hecho de los creyentes un templo vivo de Dios. Por esta razón, el mensaje cristiano nos recuerda que toda persona humana es sagrada, está habitada por Dios, y no podemos profanarla usándola como un medio.
San Juan de Letrán es el símbolo de la unidad de todas las Iglesias del mundo con la Iglesia de Roma, y por eso esta basílica ostenta el título de Iglesia principal y madre de todas las Iglesias. Su importancia es superior a la de la misma Basílica de San Pedro del Vaticano, pues en realidad ésta no es una catedral, sino un santuario edificado sobre la tumba de San Pedro y el lugar de residencia actual del Papa, que, como Obispo de Roma, tiene en la Basílica Lateranense su catedral.
Pero no podemos perder de vista que el verdadero lugar de encuentro del hombre con Dios, el auténtico templo, es Jesucristo. Por eso, Él tiene plena autoridad para purificar la casa de su Padre y pronunciar estas palabras: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré» (Jn 2,19). Gracias a la entrega de su vida por nosotros, Jesucristo ha hecho de los creyentes un templo vivo de Dios. Por esta razón, el mensaje cristiano nos recuerda que toda persona humana es sagrada, está habitada por Dios, y no podemos profanarla usándola como un medio.
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