MES DE MARÍA
Creación del hombre
DÍA SEGUNDO (8/NOV)
¿Por qué hemos sido creados?
CONSIDERACIÓN. –
Los filósofos se han preguntado, sin poder muchas veces, responder a sus
propias interrogaciones, de dónde ellos venían, por qué habían sido creados y a
dónde iban.
La Santísima
Virgen, en quien la luz de la fe iluminaba el alma pura e inmaculada, sabía que
Ella venía de Dios, creador del cielo y de la tierra; que el Señor la había
colocado aquí, abajo, dándole una misión especial y que le reserva una
recompensa eterna.
Nosotros podemos
decir, con noble orgullo, que, como María, venimos de Dios; que, en su
sabiduría infinita, Él ha dado a nuestra vida un fin determinado, y que nos
prepara una felicidad sin fin, si somos fieles a sus órdenes.
Hay hombres, sin
embargo, que pasan sobre esta tierra sin ocuparse jamás de sus destinos eternos
y pierden su alma, porque viven como si no hubieran de morir.
EJEMPLO. – Jesús
estaba un día en casa de su amigo Lázaro. Las dos hermanas lo ayudaban a
agasajar a su divino huésped, pero lo hacían de diferente modo: Magdalena se
hallaba prosternada a sus pies y recogía con amor cada una de las palabras que
salían de su boca; Marta se ocupaba con diligencia de toda clase de cuidados y
deteniéndose delante del salvador le dijo: “Señor, ¿no veis que mi hermana me
deja sola para hacer todo? Decidle que me ayude”.
Jesús le respondió:
“Marta, Marta, os inquietáis y turbáis por muchas cosas; pero sólo una es
necesaria: la salvación”.
PLEGARIA. – Vos
sois llamada, ¡oh María! Estrella de la mañana. Dignaos, pues, guiarme en el
camino, muchas veces difícil, de la vida. Haced que yo piense siempre en la
salvación de mi alma y que no me deje distraer nunca por los diversos
acontecimientos que se relacionan con mi exiencia. Así sea.
PROPÓSITO. – Me esforzaré en trabajar sin descanso, en la
obra de mi salvación.
JACULATORIA. – Oh
María, Estrella de la mañana, rogad por nosotros.
PLEGARIA DE SAN
BERNARDO, PARA TODOS LOS DÍAS. – Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María, que
jamás se ha oído decir que ninguno de aquellos que han acudido a vuestra
protección e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado. Animado con tal
confianza, acudo a Vos ¡oh dulce Virgen de las vírgenes! me refugio a vuestros
pies, gimiendo bajo el peso de mis pecados. No despreciéis, ¡oh Madre del
Verbo!, mis humildes plegarias; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas.
Así sea.
JACULATORIA. – Oh
María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario