MES DE MARÍA
DÍA TERCERO (9/NOV)
Del conocimiento de Dios
CONSIDERACIÓN. –
Dios se manifiesta al hombre de diversas maneras: por sus obras, en la
naturaleza; por sus profetas, en los libros santos; por sus ministros, desde lo
alto de la cátedra cristiana.
María no descuidaba
ningún medio de aprender a conocer al Señor y experimentaba una gran
satisfacción oyendo hablar de sus perfecciones, viendo las pruebas brillantes
en las maravillas de la creación, que eran para Ella, como un libro abierto,
revelándole su sabiduría, su potencia y su bondad.
Es un deber para el
cristiano, aplicarse a conocer al Señor. Si las ciencias diversas pueden ser
útiles, una sola, es absolutamente necesaria: aquella que nos hace conocer a
Dios y las relaciones que nos unen a Él. Un niño, gusta oír hablar de las
grandezas de su padre y de los altos destinos que le esperan.
No descuidemos,
pues, ninguna ocasión de instruirnos sobre el punto de vista religioso,
escuchemos con respeto la palabra de Dios, leamos atentamente los libros que
tratan de sus perfecciones y veamos la acción de su Providencia, lo mismo en
las obras de sus manos divinas, que en los acontecimientos que se suceden a
nuestros ojos.
EJEMPLO. – Los primeros
cristianos tenían tal sed de la palabra divina, que afrontaban para oírla, los
más grandes peligros. Durante las persecuciones, sólo en las catacumbas, vastos
subterráneos, se celebraba el oficio divino y los sacerdotes del Señor
manifestaban su palabra; ningún obstáculo impedía a esos hombres valientes, a
aquellas débiles pero enérgicas mujeres y hasta a los niños, exponerse a la
muerte para aprender a conocer a Dios.
PLEGARIA DE SAN
AGUSTÍN. - ¡Oh Dios mío! aquél que no os conoce, aunque conozca todo aquellos
que no sois Vos, es desgraciado. Mas, aquél que os conoce, aunque no conozca
otra cosa, es feliz si os ama. ¡Haced que os conozca y os ame! Así sea.
PROPÓSITO. – No descuidaré ninguna ocasión de aprender a
conocer a mi Señor y Dios.
JACULATORIA. –
María, Madre de la divina gracia, rogad por nosotros.
PLEGARIA DE SAN
BERNARDO, PARA TODOS LOS DÍAS. – Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María, que
jamás se ha oído decir que ninguno de aquellos que han acudido a vuestra
protección e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado. Animado con tal
confianza, acudo a Vos ¡oh dulce Virgen de las vírgenes! me refugio a vuestros
pies, gimiendo bajo el peso de mis pecados. No despreciéis, ¡oh Madre del
Verbo!, mis humildes plegarias; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas.
Así sea.
JACULATORIA. – Oh
María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
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