viernes, 11 de enero de 2013

Evangelio - Viernes 11 de Enero después de Epifanía


† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 12-16
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, estando Jesús en un poblado, llegó un leproso; y al ver a Jesús, se postró rostro en tierra suplicando: 
"Señor, si quieres, puedes limpiarme". 
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: 
"Quiero, queda limpio". 
Y al momento desapareció la lepra. Jesús le ordenó que no lo dijera a nadie, y añadió: "Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que Moisés prescribió. Eso les servirá de testimonio".
Y su fama se extendía cada vez más, y las muchedumbres acudían a oírlo y a ser curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares solitarios para orar.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Comentario: San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia 
1er Discurso para la Novena de Navidad 
Jesús extendió la mano y la tocó

    "Cristo al entrar en el mundo dice: ' no quiero sacrificios, ni ofrendas, pero me has dado un cuerpo. Entonces dije: aquí estoy para hacer tu voluntad ' " (He 10,5-7; Ps 40,7-9 LXX). ¿Es verdad que para salvarnos de nuestra miseria y para conquistar nuestro amor, Dios quiso hacerse hombre? Tan cierto como que es un artículo de fe: "por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se hizo a hombre" (credo)...

    Sí, esto es lo que Dios hizo para que le amáramos... Es así como quiso manifestarnos el gran amor que nos tiene: "la gracia de Dios nuestro Salvador se manifestó a todos los hombres" (Tt. 2,11). "El hombre no me ama, parece haber dicho el Señor, porque no me ve. Voy a hacerme visible, a conversar con él, de este modo, seguramente me amará": "apareció sobre la tierra, y conversó con los hombres" (Ba 3,38). El amor de Dios por el hombre es inmenso, inmenso desde toda la eternidad: "con amor eterno te amé; por eso prolongué mi misericordia para contigo" (Jr 31,3).

    Pero todavía no habíamos visto cuán grande e incomprensible era; cuando el Hijo de Dios se hizo contemplar bajo la forma de un niño acostado sobre paja en un establo, verdaderamente se manifestó: "Dios nuestro Salvador mostró su bondad y su amor para los hombres" (Tt 3,4). " La creación del mundo, observa san Bernardo, hizo resplandecer el poder de Dios, el gobierno del mundo, su sabiduría; pero la encarnación del Verbo hizo estallar su misericordia ante todos los que le miran"... "Despreciando a Dios, dice san Fulgencio, el hombre se había separado de él para siempre; y como el hombre ya no podía regresar a Dios, Dios se dignó venir a encontrarle sobre la tierra". Santo Agustín ya había dicho: "no podíamos ir al médico; por eso el médico tuvo la bondad de venir hasta nosotros".


________________________________________________________

Otro  comentario: Rev. D. Santi COLLELL i Aguirre (La Garriga, Barcelona, España)
Su fama se extendía cada vez más
Hoy tenemos una gran responsabilidad en hacer que «su fama» (Lc 5,15) continúe extendiéndose, sobre todo, a todos aquellos y aquellas que no le conocen o que, por diversas razones y circunstancias, se le han alejado.

Pero este contagio no será posible si antes nosotros, cada uno y cada una, no hemos sido capaces de reconocer nuestras propias “lepras” particulares y de acercarnos a Cristo habiendo tomado conciencia de que sólo Él nos puede liberar de manera eficaz de todos nuestros egoísmos, envidias, orgullos y rencores...

Que la fama de Cristo se extienda a todos los rincones de nuestra sociedad depende, en gran medida, de los “encuentros particulares” que hayamos tenido con Él. Cuanto más y más intensamente nos impregnemos de su Evangelio, de su amor, de su capacidad de escuchar, de acoger, de perdonar, de aceptar al otro (por diferente que sea), más capaces seremos de darlo a conocer a nuestro entorno.

El leproso del Evangelio que hoy se lee en la Eucaristía es alguien que ha hecho un doble ejercicio de humildad. El de reconocer cuál es su mal y el de aceptar a Jesús como a su Salvador. Cristo es quien nos da la oportunidad de hacer un cambio radical y profundo en nuestra vida. Ante todo aquello que nos es impedimento para el amor y que se ha enquistado en nuestros corazones y en nuestras vidas, Cristo, con su testimonio de vida y de Vida Nueva, nos propone una alternativa totalmente real y posible. La alternativa del amor, de la ternura, de la misericordia. Jesús, ante quien es diferente a Él (el leproso) no huye, no se lo saca de encima, no lo “factura” a la administración, ni a las instituciones o a las “ong's”. Cristo acepta el reto del encuentro, y al “enfermo” le ofrece aquello que necesita, la curación/purificación.

Nosotros tenemos que ser capaces de ofrecer a los que se acercan a nuestras vidas aquello que hemos recibido del Señor. Pero antes será necesario habernos encontrado con Él y renovar nuestro compromiso de vivir su Evangelio en las pequeñas cosas de cada día.



No hay comentarios:

Publicar un comentario