lunes, 1 de julio de 2013

Comentario a Las Glorias de María

Comentario a Las Glorias de María
Propagar las glorias de María. 
Para que cada uno se persuada de cuánto importa para su bien y el de los pueblos promover la devoción a María, ayudará escuchar lo que dicen los doctores. Dice san Buenaventura que quienes se afanan en propagar las glorias de María tienen asegurado el paraíso. Y lo confirma Ricardo de San Lorenzo al decir que honrar a esta Reina de los Ángeles es conquistar la vida eterna. Porque nuestra Señora, la más agradecida, añade el mismo, se empeñará en honrar en la otra vida al que en esta vida no dejó de honrarla. ¿Quién no conoce la promesa de María en favor de los que se dedican a hacerla conocer y amar? La santa Iglesia le hace decir en la fiesta de la Inmaculada Concepción: “Los que me esclarecen, obtendrán la vida eterna” (Eclo 24, 31). “Regocíjate, alma mía –decía san Buenaventura, que tanto se esforzó en pregonar las alabanzas de María–; salta de gozo y alégrate con ella, porque son muchos los bienes preparados para los que la ensalzan”. Y puesto que las sagradas Escrituras, añadía, alaban a María, procuremos siempre celebrar a esta divina Madre con el corazón y con la lengua para que al fin nos lleve al reino de los bienaventurados.
 (de Las Glorias de María, de San Alfonso María de Ligorio)  
Comentario: 
Nosotros, que como peregrinos en este mundo, vamos buscando seguridades que nos permitan salvarnos eternamente, no nos damos cuenta de que la mayor seguridad que podemos tener es predicar y propagar las glorias de María, pues Ella promete la salvación eterna a quienes la esclarecen.
Siendo las cosas así, no sé cómo todavía no nos hemos vuelto locos de amor por la Virgen, y cómo es que, hasta ahora, hemos hecho tan poco por hacer conocer a esta Señora. Porque aunque lo que hayamos hecho hasta ahora en propagar las glorias de María, haya sido mucho, en realidad es nada con lo que Ella merece.
Pero es que nos conviene a nosotros mismos difundir las glorias de María. Y además les conviene a todos nuestros seres queridos, porque la Virgen, en agradecimiento a nosotros por nuestro humilde servicio, nos pagará con el Cielo, con una gloria deslumbradora, pero también aquí en la tierra nos colmará de dones y gracias, no sólo a nosotros sino también a nuestros parientes y amigos, y a todo el mundo; porque María no se deja ganar en generosidad y Ella quiere hacer como un pacto con nosotros: Que nosotros nos ocupemos de Ella y de sus cosas, y María se ocupará de nosotros y de nuestras cosas.
No otra cosa es la consagración a la Virgen, pues le entregamos todo para que Ella pueda ocuparse de lo nuestro, de ensalzarnos y colmarnos de dones, y nosotros tenemos el deber de ocuparnos de hacerla amar y darla a conocer, y buscar el Reino de María en las almas y en el mundo.

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