miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mes de María - 29º Día - La muerte

DÍA VEINTINUEVE (5/DIC)

La muerte

CONSIDERACIÓN. – Jesús es el autor de la vida y por redimir nuestras faltas, por resucitarnos a la gracia que habíamos perdido por le pecado, ha querido pasar por la muerte y por el sepulcro.
La Santísima Virgen, su Madre, ha seguido también la ley común y para cada uno de nosotros llegará el momento en que Dios permitirá a la muerte llamarnos; no obstante, no pensamos en ello. “Insensato, nos dice el autor de La Imitación, ¿por qué pensar vivir mucho, cuando no tenéis ni un día seguro? ¡Cuántos han sido equivocados y súbitamente arrancados de la vida! ¡Cuántas veces habéis oído decir: Este hombre ha sido muerto con una espada; ese otro, se ha ahogado; aquél se ha roto la cabeza cayéndose; aquel otro, murió comiendo; otro, jugando; tal, ha perecido por el fuego; tal, por un arma; uno, por la peste; otro, en manos de ladrones! El fin de todos es la muerte y la vida del hombre pasa tan rápida como una sombra”.
La muerte es el castigo del pecado; pero, para el cristiano que ha vivido bien, es el comienzo de la vida. Todos nuestros esfuerzos deben, pues, tender a prepararnos para ese paso del tiempo a la eternidad. Debemos siempre estar dispuestos, porque ignoramos el momento en que Dios nos llamará a su juicio; si lo hemos amado y servido ¿qué podemos temer de Él?
El más hermoso día de la vida de la Santísima Virgen fue el de su muerte, porque la reunió con su Hijo para la eternidad y los santos suspiraban por ese trance, que llamaban su liberación.

EJEMPLO. – Como le preguntaran un día, a un santo, cuál era el mejor medio de preparación para la muerte, él respondió: “Pensad cada mañana, que es ese vuestro último día y cada noche, que podéis morir antes de que ésta termine; vos no pecaréis jamás”.
Así, debemos prepararnos a morir cristianamente y no ser sorprendidos por el llamado de Dios.
Los últimos momentos de los que han servido al Señor, no tienen, por lo demás, nada de espantoso.
Suárez, religioso de la Compañía de Jesús, decía, cuando estaba por expirar: “No sabía que fuera tan dulce, morir”.
Pudiéramos nosotros, en esta hora suprema, exclamar como San Luis muriendo: “Señor, entraré en vuestra casa. os adoraré en vuestro templo, glorificaré vuestro santo nombre”.

PLEGARIA DE SAN BUENAVENTURA. – Virgen santa, cuando mi alma salga de mi cuerpo, dignaos venir a su encuentro para recibirla, os lo suplico por la gloria de vuestro santo Nombre ¡oh María! no le rehuséis entonces la gracia de sostenerla con vuestra dulce presencia; sed su escala y su vía para subir al Cielo. Así sea.

PROPÓSITO. – Ejecutaré cada una de mis acciones, como si debiera morir al punto.

JACULATORIA. - ¡Oh María! protectora de la buena muerte, rogad por nosotros.

PLEGARIA DE SAN BERNARDO, PARA TODOS LOS DÍAS. – Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno de aquellos que han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado. Animado con tal confianza, acudo a Vos ¡oh dulce Virgen de las vírgenes! me refugio a vuestros pies, gimiendo bajo el peso de mis pecados. No despreciéis, ¡oh Madre del Verbo!, mis humildes plegarias; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas. Así sea.

JACULATORIA. – Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario