domingo, 6 de mayo de 2012

IMITACIÓN DE CRISTO - 6° Entrega

IMITAR A CRISTO PARA SER IMAGEN DE DIOS

Por  el 30 de abril de 2009
“Dios ha creado al hombre a su imagen, pero esta imagen ha sido cubierta de tanta suciedad por el pecado, que en consecuencia Dios casi no se veía más en ella. Así el Hijo de Dios se hizo verdadero hombre, perfecta imagen de Dios: en Cristo podemos así contemplar también el rostro de Dios”. De este modo Benedicto XVI concluyó la catequesis de la audiencia general, llevada a cabo en San Pedro delante de más de 30.000 fieles. Después de haber presentado la figura de San Germán, Patriarca de Constantinopla entre 715 y 730 D.C, gran defensor de la devoción a las imágenes, el Papa recordó que estos iconos nos enseñan a ver a Dios en el rostro de Cristo, de los santos y de todos los hombres. De San Germán, agregó, podemos también aprender que “la belleza y la dignidad de la liturgia deja ver un poco su esplendor”. Lo tercero es amar a la Iglesia. Precisamente a propósito de la Iglesia, nosotros los hombres estamos inclinados a ver sobre todos sus pecados, lo negativo; pero con ayuda de la fe, que nos hace capaces de ver de forma auténtica, podemos también, hoy y siempre, redescubrir en ella la belleza divina”. En la Iglesia Dios habla con nosotros, en la Iglesia “Dios pasea con nosotros”, como dice San Germán. En la Iglesia recibimos el perdón de Dios y aprendemos a perdonar. Oremos a Dios, concluyó Benedicto XVI, para que nos enseñe a ver en la Iglesia su presencia, su belleza, a ver su presencia en el mundo, y nos ayude a ser también nosotros transparentes a su luz.




Buenas tardes queridos hermanos en Cristo, les mandamos otros tres capítulos de este primer libro, que nos ayuda a imitar a Jesucristo, y así poder llegar a tener sus mismos sentimientos, y como dice el Papa Benedicto XVI, y así poder ser imagen de Dios.

CAPÍTULO XIV

Cómo se deben evitar el juicio temerario

No juzguemos la obras ajenas:
Pon los ojos en ti mismo y guárdate de juzgar las acciones ajenas. En juzgar a otros trabaja el hombre en vano, y yerra muchas veces, y peca fácilmente; mas juzgándose y examinándose a sí mismo, trabaja con fruto. Muchas veces juzgamos la cosa conforme a nuestro apetito, y perdemos ligeramente el verdadero juicio por el amor propio.
Si fuese Dios siempre el fin puramente de nuestro deseo, no nos turbaría tan presto la contradicción de nuestra sensualidad.

No queramos imponer nuestro juicio a los demás:
Muchas veces tenemos algo adentro escondido, o de afuera se ofrece, cuya afición nos lleva tras sí. Muchos se buscan a sí mismos en las obras que hacen, y no lo entienden: y paréceles estar en buena paz cuando se hacen las cosas a su voluntad y gusto; mas si de otra manera suceden, presto se alteran y entristecen. Por la diversidad de los pareceres muchas veces se levantan discordias entre los amigos y convecinos, entre los religiosos y devotos.
La vieja costumbre con dificultad se deja, y ninguno deja de buena gana su propio parecer. Si en tu razón e industria te esfuerzas más que en la virtud de la sujeción de Cristo, tarde y pocas veces tendrás lumbre: porque quiere Dios que nos sujetemos a él perfectamente, y que trascendamos toda razón, inflamados de su amor.

CAPÍTULO XV

De las obras hechas por caridad


La obra exterior sin caridad no aprovecha: Dios mira el corazón.
No se debe hacer lo que es malo por ninguna cosa del mundo; ni por amor de hombre alguno: mas por el provecho del necesitado, alguna vez se puede dejar la buena obra o trocarse por otra mejor. De esta manera no se pierde la buena obra, mas mudase en otra mejor. La obra exterior sin caridad no aprovecha; mas todo cuanto se hace con caridad, por poco que sea y desechado, todo es fructuoso. Por cierto más mira Dios el corazón que el don.
Mucho hace el que mucho ama. Mucho hace el que hace bien la obra buena y bien hace el que sirve más a la comunidad que a su voluntad.
Muchas veces parece caridad lo que es carnalidad. Porque la inclinación de la carne, la propia voluntad, la esperanza de galardón, la afección del provecho pocas veces nos dejan.

Cómo se conoce la verdadera caridad?
El que tiene verdadera y perfecta caridad, no se busca a sí mismo en cosa alguna; mas en toda cosa desea que Dios sea glorificado. No tiene envidia de ninguno: porque no ama ningún bien propio, ni se quiere gozar en sí: más desea, sobre todas las cosas, gozar de Dios. A nadie atribuye ningún bien; mas refiérelo del todo a Dios, del cual como de fuente manan todas las cosas, en el cual finalmente todos los santos descansan con perfecto gozo.
¡Oh quien tuviese una centella de verdadera caridad, por cierto que sentiría ser todas las cosas mundanas, llenas de vanidad!

CAPÍTULO XVI

Que se debe tolerar los defectos ajenos

Debemos sufrir lo que no podemos enmendar a otros:
Lo que no puede el hombre enmendar en sí ni en los otros, débelo sufrir con paciencia, hasta que Dios lo ordene de otra manera. Piensa que quizá te es así mejor para probar tu probación y paciencia, sin la cual no son de estimar en mucho nuestros merecimientos. Mas debes rogar a Dios por tales impedimentos, para que tenga por bien de socorrerte para que los lleves buenamente.
Si alguno, amonestado una vez o dos no se enmendare, no porfíes con él: mas encomiéndalo a Dios, para que se haga su voluntad a honra suya en todos sus siervos: que bien sabe Él sacar de los males bienes. Estudia de sufrir con paciencia cualesquier defecto y flaquezas ajenas, mirando que tú tienes mucho que te sufran los otros.

Razones que nos mueven a soportar los defectos ajenos:
Si no puedes hacerte a ti cual deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de tu deseo?    
De buena gana queremos a los otros perfectos, y no enmendamos los defectos propios.
Queremos que los otros sean corregidos con rigor, y nosotros no queremos ser corregidos.
No nos agrada si a los otros se les da larga licencia, y  no queremos que cosa alguna nos sea negada. Queremos que los otros sean apremiados con constituciones, y en ninguna manera sufrimos que nos sea prohibida cosa alguna. Así parece claro cuán pocas veces amamos al prójimo como a nosotros mismos. Si todos fuesen perfectos ¿qué habría que sufrir por Dios de nuestros hermanos?

    

         Plan providencial de Dios: Ayudarnos unos a otros:
        Mas así lo ordenó Dios, para que aprendamos a llevar las cargas unos de otros (Gal.,6,2); porque no hay ninguno sin defecto, ninguno sin carga, ninguno es suficiente para si , ninguno es cumplidamente sabio para sí. Y por tanto conviene llevarnos, consolarnos y juntamente ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos. De cuánta virtud sea cada uno, mejor se muestra en la ocasión de la adversidad; porque las ocasiones no hacen al hombre frágil, mas declaran que lo es.


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