jueves, 22 de noviembre de 2012

MES DE MARÍA - DÍA 16° - (22 de Noviembre)


Buenos días queridos hermanos en Cristo, aquí les mandamos la meditación del 16° día, de este mes dedicado a Nuestra Señora, la Santísima Virgen María:



DÍA DIECISÉIS (22/NOV)
 
Relaciones con el prójimo
 
CONSIDERACIÓN. – María vivió llena de benevolencia para todos. Sus oídos, dice uno de sus historiadores, estaban sin cesar abiertos para oír el bien, pero su boca cerrada, salvo para alabar a Dios o para utilidad del prójimo.
¿No es esta consideración, una condenación notable de nuestra conducta, cuando revelamos sin necesidad las faltas o defectos del prójimo, o que lo acusamos de algo que no ha cometido?
Si un alma recta y verdadera, retrocede, espantada, ante la calumnia, no es así, desgraciadamente, de la maledicencia. No nos dominamos tampoco, nosotros mismos, que nos dejamos arrastrar muy fácilmente a hablar con ligereza del prójimo.
Si hemos sido contrariados en nuestros intentos o heridos en nuestro amor propio, por alguien, no nos venguemos tan pronto,  con palabras picantes.
No le robaríamos una moneda y sin escrúpulos, trabajamos en robarle aquello que estima más que la plata o el oro: la estimación de sus semejantes.
 
EJEMPLO. – En el fondo del desierto de Tebaida, un joven anacoreta cayó enfermo. A pesar de sus sufrimientos, una dulce serenidad brillaba en su semblante.
-Hermano, pareces bien feliz, le dijo el superior.
-Lo soy, en efecto, dijo el enfermo.
-¿Me permites una reflexión?
-¡Oh! ¡padre mío, hablad!
-Muchas veces, en la muerte, el demonio se esconde bajo la cara de un ángel de luz y cubre de flores el pasaje a la eternidad; dime cuál es la razón de esa calma perfecta, de esa alegría que brilla en tus ojos, de esa felicidad inexplicable que te arrebata.
Nosotros estamos angustiados y temblamos.
-Padre mío, yo era muy joven, cuando leí en el Evangelio estas palabras sagradas: “No juzguéis y no seréis juzgados”. Las he meditado; nunca he juzgado, he aquí, por qué yo espero en la misericordia de mi Dios.
Expiró pronunciando estas palabras.
San Agustín, imitador de las virtudes de su digna madre, que sufría que se atacara al prójimo en su presencia, había hecho escribir en gruesas letras en la sala donde tomaba sus alimentos, esta sentencia:
“Si alguno gusta hablar mal de ausentes, que sepa que esta mesa le está prohibida”.
Un día, uno de sus amigos comenzó a hablar de los defectos del prójimo; él lo reprendió en seguida diciendo: “Borrad esas inscripción o levantaos de la mesa”.
 
PLEGARIA DE SAN AGUSTÍN. - ¡Oh María! no rehuséis vuestro socorro a los desgraciados; levantad el coraje de los débiles y consolad a aquellos que están afligidos; rogad por nosotros, a fin de que todos los que han recurrido a Vos en sus necesidades, sientan los efectos de vuestra protección todopoderosa. Así sea.
 
RESOLUCIÓN. – Seré afable en mis relaciones con el prójimo y no hablaré mal de nadie.
 
JACULATORIA. – María, Refugio de los pecadores, rogad por nosotros.


Un abrazo en Jesús Misericordioso y María Santísima, en el amor del Espíritu Santo, bajo la protección de San José y la mirada amorosa de Dios Padre.
Familia Mobilia


 

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