domingo, 17 de junio de 2012

Evangelio - Lunes XI Semana del Tiempo Ordinario


Día litúrgico: Lunes XI del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».
Comentario: Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)
«Pues yo os digo: no resistáis al mal»
Hoy, Jesús nos enseña que el odio se supera en el perdón. La ley del talión era un progreso, pues limitaba el derecho de venganza a una justa proporción: sólo puedes hacer al prójimo lo que él te ha hecho a ti, de lo contrario cometerías una injusticia; esto es lo que significa el aforismo de «ojo por ojo, diente por diente». Aun así, era un progreso limitado, ya que Jesucristo en el Evangelio afirma la necesidad de superar la venganza con el amor; así lo expresó Él mismo cuando, en la Cruz, intercedió por sus verdugos: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

No obstante, el perdón debe acompañarse con la verdad. No perdonamos tan sólo porque nos vemos impotentes o acomplejados. A menudo se ha confundido la expresión “poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a nuestros derechos legítimos. No es eso. Poner la otra mejilla quiere decir denunciar e interpelar a quien lo ha hecho, con un gesto pacífico pero decidido, la injusticia que ha cometido; es como decirle: «Me has pegado en una mejilla, ¿qué, quieres pegarme también en la otra?, ¿te parece bien tu proceder?». Jesús respondió con serenidad al criado insolente del sumo sacerdote: «Si he hablado mal, demuéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23).

Vemos, pues, cuál debe ser la conducta del cristiano: no buscar revancha, pero sí mantenerse firme; estar abierto al perdón y decir las cosas claramente. Ciertamente no es un arte fácil, pero es el único modo de frenar la violencia y manifestar la gracia divina a un mundo a menudo carente de gracia. San Basilio nos aconseja: «Haced caso y olvidaréis las injurias y agravios que os vengan del prójimo. Podréis ver los nombres diversos que tendréis uno y otro; a él lo llamarán colérico y violento, y a vosotros mansos y pacíficos. Él se arrepentirá un día de su violencia, y vosotros no os arrepentiréis nunca de vuestra mansedumbre».

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Otro comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

El perdón
Hoy el discurso de Jesucristo "rompe esquemas". Por el tono que emplea: habla con una autoridad moral propia sólo Dios. Y por la doctrina que enseña: Jesús manda a sus seguidores humanizar la convivencia social —a veces intolerante e individualista— con el perdón y la generosidad.

Sólo Alguien que sea Dios tiene derecho a enseñar y mandar así las exigencias del amor. El perdón es una de las cualidades más finas del amor. Jesús nos da un ejemplo maravilloso cuando, en la pasión, pide al Padre que nos perdone. Cuando no perdonamos a alguien, le estamos manteniendo en deuda con nosotros (lo "esclavizamos"); en cambio, si le perdonamos lo liberamos.

—Señor-Dios, deseo que tus caminos de paz y fraternidad surquen el mundo entero. Te pido que infundas el espíritu de perdón y de generosidad entre los hombres. Mi Salvador, haz que yo sepa perdonar siempre, porque en el cielo eterno no podría ser feliz manteniendo deudas y deudores.


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