jueves, 22 de marzo de 2012

Carta a un hermano Sacerdote (13)



    

13
Salvación

Fiesta de San Martín de Porres
3 de noviembre de 1993

Querido padre Tomás:

          Estaba leyendo en el diario de esta mañana sobre un hombre en Tailandia que debería ser merecedor del premio Nobel por sus servicios humanitarios.  Cada fin de semana él baja de su pueblo en la montaña y va a Bangkok.  En ese lugar busca a chicas jóvenes que fueron raptadas, secuestradas o engañadas y llevadas a uno de los cientos de burdeles de la ciudad.
          Estas jóvenes tienen entre doce y catorce años y sirven alrededor de diez clientes por noche.  Este hombre viaja desde lejos, no recibe pago, y arriesga su vida para salvarlas. Él ha logrado devolver más de 400 niñas a sus padres y familias.  ¿Te imaginas la alegría de un padre o de una madre cuando ven regresar a su pequeña niña sana y salva después de tan terrible odisea?  Piensa cuán agradecidos deben estar los padres a este hombre por haber salvado a sus pequeñas hijas.
          Querido Tomás, eso no es nada comparado con el agradecimiento que Dios Padre te tendrá por tener adoración perpetua en tu parroquia.  Es por esto que nuestro Santo Padre, el Papa Juan Pablo II beatificó a Dina Belanger.
          Ella era una mujer canadiense muy devota a la oración ante el Santísimo Sacramento.  Antes de su hora santa Jesús le mostraba multitudes de almas al borde del precipicio del infierno.  Ella podía ver estas mismas almas en las manos de Dios después de su hora santa.
          Jesús le dio a la venerable Dina un mensaje para transmitir a la Iglesia.  El valor de una hora santa es tan grande que lleva a multitudes de almas de la orilla y borde del infierno a las mismas puertas del cielo.
Piensa en esto de la siguiente manera, Tomás.  Debido a que San Martín de Porres era negro e ilegítimo, era insultado y maltratado.  Él se identificó con Jesús,  ignorado y maltratado en el Santísimo Sacramento.  Mientras que se consolaban mutuamente, Martín se hizo más caritativo, nada hostil, mejor y no amargado.  Él pasaba hasta ocho horas diarias en oración ante el Santísimo Sacramento.
Esto agradó tanto a Jesús que hizo a Martín un autor de milagros.  Él llevaba del monasterio un canasto de pan fresco y se iba por las calles para alimentar a los pobres.  Con un solo canasto de pan podía alimentar a un barrio entero.
Martín alimentaba a cientos de hambrientos con una sola canasta de pan.  Tú, querido Tomás, salvas cientos de personas del infierno con tan sólo rezar una hora santa en Presencia del Pan Vivo bajado del Cielo.
Esta es la razón por la que Carlos de Faucauld pasó toda su vida ante el Santísimo Sacramento en un desierto de Arabia.  Su única oración era: "Dios mío, conduce a todos los hombres a la salvación".
Establece la adoración perpetua en tu parroquia, querido Padre, y Dios te estaría infinitamente más agradecido a ti, que los padres en Tailandia lo están con el hombre que salva a sus pequeñitas hijas de los burdeles.  Dios pasará toda la eternidad agradeciéndote por las innumerables almas que salvaste.
¡Cuál podría ser una mayor razón para tener adoración perpetua que esta quinta gracia de salvación!

Fraternalmente tuyo en
Su Amor Eucarístico,
                                                                    Mons. Pepe

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