martes, 27 de marzo de 2012

Carta a un hermano Sacerdote - (22)




22
Un lugar en la posada
Solemnidad de San José, esposo de María
19 de marzo de 1994
Querido padre Tomás:
Hoy celebramos la solemnidad de San José. No se dice mucho en la Sagrada Escritura sobre San José. Él fue un siervo justo y fiel, y una figura silenciosa en la historia de la salvación.
San José me recuerda a una vasta mayoría de sacerdotes ca­tólicos en el mundo de hoy. Ellos son justos, fieles y totalmente entregados a Dios y al servicio de la Iglesia. Ellos no son objeto de ninguna clase de publicidad porque su comportamiento no es vergonzoso. Están tan entregados al pastoreo, tan ocupados cuidando a los fieles en sus parroquias, que no se dice ni se escribe sobre lo mucho que hacen por amor a Dios y a su pue­blo. A semejanza de San José, trabajan silenciosamente para la gloria de Dios.
Tomás, mira a San José como tu modelo. Él representa la madurez apostólica y espiritual. Por madurez, quiero decir que estaba dedicado a los intereses de Cristo, anteponiendo el interés de Cristo al suyo propio.
En su amor por Jesús y María, José centró sus pensamientos en las necesidades de ellos, más que en las de él. En teoría, todo sacerdote estará de acuerdo con esto; sin embargo, en la práctica podría ser distinto.
Por ejemplo, he pedido a muchos sacerdotes que consideren la posibilidad de establecer adoración perpetua al. Santísimo Sacramento. Algunos alegan que no pueden encontrar un lugar adecuado para rezar.
¿No buscó San José un lugar para que Cristo pudiera nacer hasta que lo encontró? "Porque no tenían sitio en el alojamiento" (Lc 2,7). Pero San José siguió buscando hasta que encontró un lugar. Y ese lugar en Belén se convirtió en la primera capilla de adoración perpetua, donde los pastores de esa región, viviendo aun en campos lejanos, se acercaron para adorarlo.
Un sacerdote en cuya mente está ante todo el interés de Cristo, daría su propio cuarto si fuera necesario, para que el Santísimo Sacramento pudiera ser adorado día y noche.
Yo conozco a tal sacerdote. Él vino a Manila para la orde­nación del padre Brian Morgan. Se llama Brian Ahern y es párroco de la Iglesia de San Gerardo en Geraldton, Australia Oeste. El padre Ahern quería establecer la adoración perpetua en su parroquia, pero no había ningún cuarto disponible que sirviera de capilla.
El padre Ahern hizo lo que hubiera hecho San José. Le dio su cuarto a Jesús. Es una capilla ideal porque tiene una entra­da del exterior independiente. Esto hace que se mantenga la privacidad de la rectoría ya que no es necesario pasar por ella para entrar en la capilla. La gente entra por la puerta exterior de lo que era antes el dormitorio del padre Ahern. El cuarto puede mantenerse a una temperatura templada durante el frío invierno australiano. La capilla es a su vez lo suficientemente pequeña corno para crear un ambiente íntimo, apto para rezar en paz ante el Santísimo Sacramento.
El padre Ahern mudó su dormitorio a otro lugar de la rectoría. El Señor dice que en la Casa de Su Padre hay muchas mansiones. Estoy seguro de que el padre Ahern tendrá una mansión muy especial en el Cielo por haber dado su dormitorio a Jesús para que fuera adorado día y noche en el Santísimo Sacramento.
El padre Ahern ha sido recompensado muchas veces. Su capilla de adoración despertó la vocación sacerdotal en Brian Morgan y ahora ya ordenado dedica su sacerdocio a difundir la adoración perpetua. Su santidad de vida y su amor a la Eucaristía ha atraído a otros seis fieles al sacerdocio. Cinco de ellos están estudiando en Manila, en San Vicente en Tandang Sora para formar parte de una nueva comunidad de sacerdo­tes, los Misioneros del Santísimo Sacramento, que fue fundada para difundir la adoración perpetua. Los jóvenes que estudian en el seminario son: Patrick Barry, Douglas Harris, Vincent Cherry, Athol Bloomer y Adam Hayward.
Me consuela ver a tantos sacerdotes filipinos que han encon­trado un lugar en la posada para Nuestro Señor Eucarístico. Ellos tendrán a su vez un lugar muy especial en el Cielo. Ellos tienen una capilla de adoración perpetua en sus parroquias para que Jesús pueda ser amado y adorado todo el tiempo por su pueblo. Estas capillas de oración permiten que la gente vaya en cualquier momento para estar con Jesús. Te escribo esta carta, querido Tomás, para que tú puedas ser el próximo, el siguiente sacerdote San José que encuentre un lugar en la posada para el Señor.

Fraternalmente tuyo
en Su Amor Eucarístico,
Mons. Pepe

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