sábado, 31 de marzo de 2012

Martillazos a Jesús


Martillazos a Jesucristo

                                  


29. marzo 2012 | Por  | Categoria: Jesucristo
Yo no sé las veces que se habrá repetido —en libros, en revistas, en sermones— aquel diagnóstico tan certero que el Papa Pío XII hizo de nuestros días, cuando afirmó: 
- El mundo ha perdido la noción  de pecado. 
No pudo decirlo mejor ni con más exactitud. Aunque no seamos tan ingenuos como para pensar que antes el mundo fuese un paraíso de inocencia. No; los hombres de antes eran tan pecadores como los de hoy. Pero con una diferencia: sabían que pecaban. Llamaban al pecado con su propio nombre. Se reconocían pecadores ante Dios, le pedían perdón y sabían hacer penitencia. 
Hoy queremos hacernos pasar por más listos. Cerramos los ojos al pecado, y le ponemos al pecado nombres bonitos. Por ejemplo, al aborto se le llama interrupción del embarazo, en vez de asesinato. Y, por no decir adulterio, decimos aventura amorosa… De  este modo, el pecado no da miedo, se va perdiendo de vista, y al final ni sabemos que existe…
Todos estaremos conformes con esto que he leído y que he copiado de una revista. Pero, no queremos quedarnos en lamentaciones estériles, ni cruzarnos de brazos impotentes, como si nosotros no quisiéramos o no pudiéramos hacer nada en bien del mundo, que pide a gritos su salvación.
Porque aquí está el nudo de la cuestión. Como creyentes y cristianos nos preocupa el hecho innegable del pecado por dos razones muy poderosas: por el desprecio de Dios que entraña toda culpa, y  por el peligro en que pone a tantos hombres respecto de su salvación. 
Y nosotros, como Dios, queremos que todos los hombres se salven y que no se pierda ninguno. 
Y como hijos de Dios, no aceptamos que nuestro Padre celestial sea vilipendiado.
Esta es la razón de nuestro apostolado: la gloria de Dios y la salvación de los hombres. 
Como cristianos, no claudicamos del mensaje de Jesús, y queremos que tanto rechazo se convierta en amor al Salvador del mundo. 
Y es la inquietud que sentimos ahora. ¿Qué debemos hacer para que vuelva el mundo a tener conciencia de lo que le puede perder sin remedio? ¿No tenía ninguna solución el Papa que diagnosticó el mal?
Al hablar ahora así, se me ocurre el ejemplo de aquel cerrajero que, como una comparación bien ingeniosa, se nos enseñaba en las clases de catequesis. 
Pues, se trataba de un herrero que tenía su taller junto a la iglesia. Era imposible entender al predicador durante los sermones de la misión, porque el herrero, descarado y blasfemo, martilleaba en la fragua y, a cada golpe, soltaba una blasfemia horrible, como la costumbre más natural en él. Hasta que el predicador tiene una ocurrencia feliz. Desclava la imagen del Santo Cristo, y la lleva al herrero para que la sujete de nuevo, bien segura, en el madero. Y el pobre hombre, entonces:
- ¿Que yo crucifique a Cristo? ¡Ese trabajo yo no lo realizo!
- ¿Cómo, que no? ¡Si usted es todo un técnico en el arte de hacerlo? ¡Si cada blasfemia suya, con cada golpe en el yunque, son un clavo que hunde con maestría en las carnes del Salvador!…
El herrero entendió. Y a lo mejor nosotros también…
Porque, eso de que Jesucristo ya no sufre por el hecho de que está en la Gloria, no quiere decir que le deje indiferente la culpa de los hombres. 
Por algo dice la Palabra de Dios —se refiere al que apostata de la fe, sobre todo, pero también al que admite cualquier otro pecado— que crucifica de nuevo a Cristo en su corazón (Hebreos 6,6)
Pero ese Cristo, crucificado ahora como en el Calvario, sigue ofreciendo la salvación a quien suspira por ella, como al ladrón que tenía al lado… 
Es un hecho, comprobado continuamente dentro de nuestros movimientos apostólicos, que cuando presentamos claro, sin miedos y con mucho amor el mensaje de Jesucristo, el Señor se las arregla para ganarse los corazones. Y las mayores conversiones no las debemos al miedo, sino al amor. 
En vez de miedo por la justicia de Dios, presentamos hoy el amor de Jesucristo a nosotros y de nosotros a Jesucristo. Naturalmente, que nosotros seguimos creyendo en el Juicio de Dios y en el castigo eterno de Dios. Tenemos muy en cuenta las amonestaciones de Jesucristo sobre la vida futura y el castigo eterno de Dios. Sabemos que la vida eterna no nos la podemos jugar a la ligera.
Pero el amor al Señor domina toda nuestra espiritualidad y sigue haciendo maravillas. ¡Presentamos a Jesucristo, y no nos equivocamos!
Sin quitar la razón a esa página de la revista que hemos escuchado al principio, nosotros ahora nos ofrecemos una solución. 
Ante la indiferencia del mundo, que, al perder la noción de pecado, sigue crucificando cada vez con más saña o con más indiferencia a Jesucristo, nosotros decimos a quien quiera escucharnos:
- Jesucristo vino por ti. ¿Por qué no te encuentras con Él?…
- Jesucristo te ama. ¿Por qué le tienes miedo?…
- Jesucristo te busca. ¿Por qué te escondes?…
- Jesucristo te quiere salvar. ¿Por qué no le alargas tu mano, te agarras a Él y ya no le sueltas?…
Si alguien que vive alejado de Jesucristo, y ha perdido esa noción de pecado diagnosticada por el Papa, atendiera unas propuestas así, ¿a que convertía su indiferencia en amor irrompible a Jesucristo?…

1 comentario:

  1. con nuestras actitudes y malos deseos; cada dia clavamos al Senor en la Cruz, muy bonito el ejemplo del cerrajero ,ojala aprendamos sobre esto y meditemos y reflexinemos cada dia .Bendiciones

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