martes, 27 de marzo de 2012

Carta a un hermano Sacerdote - (23)




23
Tesoro escondido
Jueves Santo 31 de marzo de 1994
Querido padre Tomás:
El padre Brian Ahern concelebró esta noche con nosotros la ceremonia del Jueves Santo. Él ha venido de Australia para la Semana Santa en Manila. Mientras comíamos, me contó la his­toria de Eileen Forth, miembro de su parroquia en Geraldton. Una experiencia similar le sucedió a Ann Lucia y a Nancy Laneri.
Eileen dejó la Iglesia Católica y se unió a la Iglesia Metodista, porque decía que Dios no estaba en la Iglesia Católica dado el poco fervor y fe de la gente.
Un día ella volvió a la iglesia sólo para agradecer al padre Ahern por todo lo que él había hecho por ella mientras profesaba la fe católica. El padre no se encontraba en la casa sacerdotal sino en la iglesia preparándose para la misa del Jueves Santo. Ella decidió esperarlo.
Después de la misa, el padre Ahern llevó al Santísimo Sa­cramento en procesión. Cuando pasó por donde Eileen estaba sentada, en el fondo de la iglesia, el padre Ahern la bendijo con la custodia; y ella sintió una marea de amor muy fuerte, impo­sible de explicar, pero tan suave como una brisa.
Entonces oyó una voz:
"Eileen, Yo estoy en Mi iglesia. Yo estoy aquí realmente presente en el Santísimo Sacramento. Pero la gente no me conoce o no me quiere y me deja solo y abandonado. Ayúdame a renovar Mi iglesia por medio de la adoración perpetua".
Este es el mismo mensaje que el Papa Juan Pablo II dio a la Iglesia una noche de Jueves Santo, quince años atrás en su pri­mera encíclica Dominicae Cenae. En esta carta el Papa dice que "la Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad de la adoración Eucarística".
Él llamó a la adoración Eucarística "renovación auténtica", y exclamó que este fue el principal propósito del Concilio.
En su encíclica Mysterium Fidei, el Papa Pablo VI respaldó esta declaración. En 1965 él escribió esta obra maestra porque dijo que su "interés" pastoral y su "preocupación" era evitar que se frustrara la esperanza misma del Concilio. La esperanza de "una nueva era de piedad eucarística extendida por toda la Iglesia".
Lo que sucedió fue que la adoración Eucarística desapareció casi totalmente después del Concilio. La encíclica Mysterium Fidei fue profética.
En otras palabras, los apóstoles volvieron a dormirse después que Jesús los amonestó "¿es que no pueden velar una hora con­migo?" El obispo Sheen dijo que este fue un pedido específico que Jesús hizo a sus apóstoles. Él fue negado en ese entonces, y hoy sigue siendo negado por muchos. Por esto, querido Tomás, no quiero que te duermas, sino que estés despierto, alerta y consciente. Es como el americano que el padre Ahern conoció ayer. Se llama Norman Haynes y le dijo al padre Ahern que había estado en las Filipinas durante más de diez años buscando tesoros escondidos. Es una persona muy agradable, y dijo que cuando encontrara todo ese oro, supuestamente abandonado por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, se lo iba a dar al gobierno para pagar la deuda nacional y sacar al país de su pobreza.
Nos reíamos de semejante propósito, cuando lo asocié impre­sionado a los momentos difíciles de división, desmoralización, apostasía y falta de vocaciones por los que la Iglesia está atra­vesando en todo el mundo. ¿No nos estaremos empobreciendo espiritualmente?
Nosotros no tenemos que buscar tanto como Norman Haynes para encontrar la respuesta. ¡El Santísimo Sacramento es nuestro Tesoro Escondido! Ahora está enterrado en el Sagrario abando­nado y olvidado. Cuando exponemos este Tesoro de Amor con la adoración perpetua, nos volvemos ricos en la plenitud de las bendiciones y las gracias de Dios.
Fraternalmente tuyo
en Su Amor Eucarístico,
Mons. Pepe

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