jueves, 15 de marzo de 2012

Carta a un hermano Sacerdote - (8°)




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Su Preciosísima Sangre

Exaltaci6n de la Santa Cruz 14 de septiembre de 1993


Querido padre Tomás:

            Cuando Cecilia Chin me invitó a dar una charla en Kansas, me senté al lado de un  hombre durante el vuelo de San Antonio, Texas. Él supo que yo era Sacerdote al advertir mi cuello romano y durante el vuelo me mostró algo que pensó me interesaría.
              Era una moneda de bronce del siglo III.  Me preguntó cuánto pensaba yo que podía valer.  No tenía la menor idea.  Me sorprendí al saber que valía $300 dólares americanos.  Su valor se debía a que tenia sellada la cara de Constantino.
La moneda me interesó porque el Papa Juan XXIII había usado el nombre de Constantino para explicar el propósito del Concilio Vaticano II. Éste consistía en abrir las ventanas y dejar que el aire fresco entrara en la iglesia y así sacar todo el polvo que se había acumulado desde el tiempo de Constantino.
Yo estaba pensando todo esto mientras sostenía la moneda y de pronto comencé a pensar en la charla que tenía que dar en Kansas sobre el Santísimo Sacramento.  La Eucaristía brota de la Pasión de Cristo.  Cuando nos acercamos al Santísimo Sacramento NOS ACERCAMOS A LA CRUZ.  Durante nuestra hora santa presentamos al Corazón Eucarístico de Jesús aquellas almas más necesitadas de Su Misericordia.
Durante nuestra hora santa, aquellos más necesitados de Su Misericordia son sellados y sellados con la Preciosísima Sangre de Jesús.  Esto incluye a los que han de morir ese día.  Se salvan los sellados con la Preciosísima Sangre de Jesús.
Una noche en la Iglesia de San Miguel, acababa de terminar mi hora santa cuando a las 4:00 a.m. llegó una mujer en un taxi. Ella quería que hablase con su hijo.  Vivian en Parañaque.  Me dijo que una voz la había despertado diciéndole que fuera a la Iglesia de San Miguel.  Se levantó justo a tiempo pues su hijo estaba a punto de suicidarse.  Desde la visita a San Miguel él comenzó a mejorar y ahora está bien.
Otra noche, Nonette Silla se encontraba en la capilla rezando desde las 2:00 a.m. hasta las 3:00 a.m., una hora antes que la mía.  Hacía tres semanas que ella le había encomendado al Corazón de Jesús a un hombre del que conocía, que estaba destruyendo la vida moral de muchas de sus amigas.  Ella incluía a este hombre en su oración porque sabía que Jesús también lo amaba.  Ella terminaba su oración invocándole a Jesús que trajera a este hombre a la capilla para así tener la certeza de su conversión.
Tres semanas después, mientras ella rezaba en el mismo lugar, oyó a alguien que sollozaba.  Al darse vuelta vio que era ese mismo hombre. Él le explicó que por tres semanas su mente había estado muy confundida.  Lo que en ese tiempo había pensado que estaba bien, ahora le parecía que estaba mal.  No podía dormir.  Esa noche estuvo manejando por toda la ciudad de Makati donde vivía.  Cuando pasó por la Iglesia de San Miguel vio la luz de la capilla encendida.  La luz era atrayente e invitadora.  Decidió entrar.  Lo que encontró no fue la condena por sus pecados sino que experimentó la tierna misericordia del Santísimo Sacramento.  Por eso sollozaba.
Cuando llegué a las 3:00 a.m., É1 me contó su historia.  Oí su confesión, le di la absolución y desde entonces recibe la Comunión diaria.  La hora santa de Nonette fue de más valor que la cara de Constantino.  La Preciosísima Sangre de Jesús selló su alma y no pudo escapar de la gracia y la misericordia de Dios.
Yo no vi la película "La Lista de Schindler", pero un amigo me relató una escena muy conmovedora.  Schindler saca de su solapa un prendedor de oro y se lamenta no haberlo vendido, pues si lo hubiese hecho habría podido comprar una vida más, salvar una vida más.  Y llora.  Se lamenta de no haber hecho más.
Querido Tomás, si supiéramos el valor de una hora santa, nunca dejaríamos pasar un solo día sin hacerla.
El Santo Padre en Dominicae Cenae, dice que la adoración sirve para hacer "reparación" por los males del mundo.  No hay límite en el valor de una hora santa, porque los méritos de la Cruz son infinitos.  Por esta razón, el padre John Hardon, S. J., indica que es absolutamente imposible exagerar el valor de una sola hora de oración en presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento.
Jesús dijo: "Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mi" (Jn 12, 32).  Con cada hora santa que hagamos atraemos a la parroquia y al mundo entero, las gracias que Jesús obtuvo para nosotros en el Calvario.  El triunfo de la cruz es la misericordia que obtenemos del Santísimo Sacramento que sella a todos y cada uno de nosotros con la Preciosísima Sangre de Jesús.

Fraternalmente tuyo en
                                                          Su Amor Eucarístico,



                                                          Mons.  Pepe









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