domingo, 18 de marzo de 2012

Un mendigo repartiendo amor: Jesucristo


Un mendigo repartiendo amor

15. marzo 2012 | Por  | Categoria: Jesucristo
Pocas palabras de Jesús nos podrán hacer pensar tanto como las dirigidas a los apóstoles sólo unas horas antes de morir: 
- ¡Permaneced en mi amor!… ¡Amadme!
Aquí vemos a Jesucristo convirtiéndose en un mendigo de corazones. No le bastan los millones de amadores que tiene en el Cielo y viene a la tierra a buscar quien le quiera más. ¡Vamos!, que esto es el colmo de la pobreza… 
Pero, resulta sorprendente que ese mendigo de amores se convierte de repente en el rico más generoso, y empieza a repartir a cambio lo que más necesita el mundo: alegría, alegría…  Porque añade: 
- Así vuestra alegría será plena, será total (Juan 15, 9-11)
Vale la pena que pensemos en estas palabras de Jesús, porque estamos muy necesitados de amor en todas las dimensiones: necesitamos quien nos ame, necesitamos a quien amar, necesitamos modelos de amor, necesitamos maneras auténticas de amor, necesitamos frutos del amor, necesitamos la dicha colmada del amor… Jesús nos ofrece todo esto. 
Y empieza Jesús por presentarnos el MODELO del amor, el cual es nada menos que Dios y el mismo Jesucristo. Dios se nos presenta como un Padre que ama a su Hijo Jesucristo, el cual a su vez nos ama como nos amó el mismo Padre celestial. Y el Padre nos ama ahora porque nosotros amamos a su Hijo Jesús. O sea, todo un  círculo irrompible de amor, de Dios a nosotros y de nosotros a Dios.
¿Nos amó Dios?… El Evangelio lo dice de la manera más ponderativa: 
- ¡Tanto amó Dios al mundo,  que le llegó a dar su mismo Hijo!
Desde el momento que nosotros le fuimos infieles a Dios, Dios podía haber dicho: 
- ¿Sí?… Pues, ya os las arreglareis vosotros. Id si queréis a una perdición eterna. 
Pero, no. Dios dijo lo contrario:
- No os merecéis más que palos. Pero yo os voy a dar mi salvación. Y, en vez de ese infierno tan temido, os voy a meter a todos en mi gloria. Y, para ello, ahí va mi Hijo, hecho hombre, nacido de María, para que os salve a todos.
¿Y cómo nos amó Jesucristo? Basta mirar Belén…, Nazaret…, el Calvario…, la Mesa en que se nos da en comida…, ese Cielo azul al cual se subió —como nos dice Él mismo— para prepararnos un lugar… (Juan 14, 1-2), y entendemos, mejor que con todos los discursos, el amor de aquel Corazón que nada ha omitido para manifestarnos el amor inmenso que nos tiene.
Jesús nos dice de sí mismo que manifestó la autenticidad de su amor al Padre cumpliendo a cabalidad su voluntad. ¡Sabía Jesús lo que se decía y nos decía! 
Nosotros falsificamos mucho el amor y sus normas. Pensamos que amar es gozar y aprovecharse del ser querido. Y no nos damos cuenta de que es todo lo contrario: amar es hacer feliz a esa persona que amamos y es satisfacer todos su deseos. 
Por eso nos dice el Señor:
 - Quien me ama cumplirá mis mandamientos. 
Cuando hacemos el querer de Dios y servimos al hermano, manifestamos que no hay trampa en nuestro amor.
El apóstol San Pablo nos recuerda en los Hechos de los Apóstoles aquella frase dicha por el Señor y que no consta en los Evangelios escritos: 
- Es más dichoso el dar que el recibir (Hechos 20,35)
Aunque Pablo se refiera a la atención que hay que prestar a los hermanos necesitados de la Iglesia, a lo que siempre se les ha socorrido con bienes materiales, es indiscutible que este dicho del Señor lo ampliamos con toda razón a cualquier otra donación, y a la espiritual más que a la material o física. 
Es más feliz el dar que el recibir, repetimos con Jesús y con San Pablo.
Y esto nos lo demuestra la experiencia de cada día. 
Cuando amamos y damos y nos damos a los demás, sentimos un gozo especial y nos ganamos los corazones a puñados.
Este cumplir nuestro servicio a Dios y al hermano, ¿será causa de frustración? 
Todo lo contrario; esto será la causa de nuestra alegría y la alegría de todos. 
Eso es lo que trae la paz a todos, empezando por nuestro propio corazón. 
Si queremos ser felices, empecemos por amar. 
Si queremos amar, empeñémonos en servir. 
Si servimos, descubriremos bien pronto dónde está escondida la alegría verdadera. El poeta hindú lo explicó maravillosamente: 
- Dormía, y soñaba que la vida era alegría. Me desperté, y vi que la vida era servicio. Serví, y me di cuenta de que el servicio era alegría (Tagore)
Quien busca amor, es un pordiosero de corazones.
Quien ama, es un repartidor de servicios.
Quien sirve, es un cosechador de alegría.
Al fin y al cabo, como el mismo Jesucristo, que pedía amor, dio amor, y es el Hombre más querido y amado de la Historia. Ni ha habido amante ni habrá hombre más amado que Jesucristo.

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